Por Mayú Sidi
Comiendo cacahuetes y envuelto en una kasaya caminaba un monje.
Su caminar era pausado y en instantes gozaba de silenciosa plenitud.
«Ojalá este estado de por vida» se decía.
Estaba en su camino, pero no era fácil sanar un alma tan corrompida.
Un corazón que había sido herido y fumigado.
El olvido de la esencia de las virtudes, un cuchillo entre los dedos.
Amenazas falsas a un alma sincera.
Suponía que debía de haber un por qué.
El coraje absorbido por las dudas, maleable como plastilina.
Atendiendo a encrucijadas y preocupaciones.
Al corazón y al alma ¿Cuándo les corresponde su turno?
Y cuando el oleaje lo hubo arrastrado a sanarse, aún ponía pegas.
No era fácil sanar un alma tan corrompida.
Al menos comenzaba a conocerse.
Volvió su rostro hacia sí mismo, un tímido reojo.
Al corazón y al alma ¿Cuándo les corresponde su turno?
Seguían salpicando pretextos, pero aquel reojo iba cobrando vida.
Tanto que amar, tanto que servir, pero a él debía emprender a sanar.
«Esto me suena de algo» se dijo.
Seguir en el hilo sería volver al olvido.
El tacto del desarrollo palpaba sus cicatrices.
Aquel era el momento.
En el cual entre unas sábanas simples.
Caminaba un monje, comiendo cacahuetes.
A mí, esto me suena de algo, precisamente.
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Supongo que los ciclos se repiten y que en algún momento nos damos cuenta de ello. ¡Un abrazo!
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Seguramente. Me quedo pensando en ello.
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Me ha encantado, me quedo reflexionando, gracias por compartir.
Linda y bendecida semana.
Saludos.
Elvira
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Gracias a ti por tu tiempo y tus palabras. ¡Muchas bendiciones!
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Eres muy gentil, te lo agradezco.
¡Bendiciones! Buena semana,
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